miércoles, 24 de julio de 2013

El lobo


Petronio fue un importante personaje del mundo romano del siglo I de nuestra era. Ocupó importantes cargos y fue conocido como «el árbitro de la elegancia». Tuvo la mala suerte de coincidir en el tiempo con el emperador Nerón, lo que le deparó un final atroz. Escribió el libro titulado Satiricón, que se conserva fragmentariamente. Uno de los episodios más conocidos (y divertido) es el que narra con todo lujo de detalles un gran banquete que organiza Trimalción, un nuevo rico. Al capítulo LXII corresponde esta breve historia:



Logré que uno de mis compañeros de hostería –un soldado más valiente que Plutón– me acompañara. Al primer canto del gallo, emprendimos la marcha; brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi hombre se para; empieza a conjurar astros; yo me siento y me pongo a contar las columnas y a canturrear. Al rato me vuelvo hacia mi compañero y lo veo desnudarse y dejar la ropa al borde del camino. De miedo se me abrieron las carnes; me quedé como muerto: Lo vi orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo.

Lobo, rompió a dar maullidos y huyó al bosque.

Fui a recoger su ropa y vi que se había transformado en piedra.

Desenvainé la espada y temblando llegué a casa. Melisa se extrañó de verme llegar a tales horas.

Si hubieras llegado un poco antes –me dijo– hubieras podido ayudarnos: Un lobo ha penetrado en el redil y ha matado las ovejas; fue una verdadera carnicería; logró escapar, pero uno de los esclavos le atravesó el pescuezo con la lanza.

Al día siguiente volví por el camino de las tumbas. En lugar de la ropa petrificada había una mancha de sangre.

Entré en la hostería; el soldado estaba tendido en un lecho. Sangraba como un buey; un médico estaba curándole el cuello.

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