Algunas
historias de crímenes y detectives requieren de un arduo proceso de
idas y venidas, interrogatorios de sospechosos, desentrañamiento de
pistas falsas, explicaciones interminables... Marco Denevi solventa
este caso con una simple fantasía... de la víctima.
Rumbo a la tienda
donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por
delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un
libro. La mujer jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó
en la tienda a dos clientes que hablaban de aquella mujer. Decían
que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de
dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platería. Una noche
el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se introdujo
sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a
gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin
haber podido robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la
policía no descubriría al autor del crimen. A la mañana siguiente,
al entrar en la tienda, la policía lo detuvo. Azorado por la
increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría
de que la mujer llevaba un diario íntimo en el que había escrito
que el joven vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos
verdes, era su amante y que esa noche la visitaría.
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