Uno de los grandes
escritores barrocos fue nuestro paisano Baltasar Gracián, que
escribió una interesantísima novela filosófica llamada El
Criticón. He aquí el inicio de la crisi quinta de la segunda
parte, que funciona como un cuento:
Estábase la
Fortuna, según cuentan, bajo su soberano dosel, más asistida de sus
cortesanos que asistiéndoles, cuando llegaron dos pretendientes de
dicha a solicitar sus favores. Suplicó el primero le hiciese dichoso
entre personas, que le diese cabida con los varones sabios y
prudentes. Mirándose unos a otros los curiales y dijeron:
—Éste se alzará
con el mundo.
Mas la Fortuna, con
semblante mesurado y aun triste, le otorgó la gracia pretendida.
Llegó el segundo y
pidió, al contrario, que le hiciese venturoso con todos los
ignorantes, y necios. Riéronlo mucho los del cortejo, solemnizando
gustosamente una petición tan extraña. Mas la Fortuna, con rostro
muy agradable, le concedió la suplicada merced.
Partiéronse ya
entrambos tan contentos como agradecidos, abundando cada uno en su
sentir. Mas los áulicos, como siempre están contemplando el rostro
de su príncipe y brujuleándole los afectos, notaron mucho aquel tan
extravagante cambiar semblantes de su reina. Reparó también ella en
su reparo y muy galante le dijo:
—¿Cuál de estos
dos, pensáis vosotros, ¡oh cortesanos míos!, que ha sido el
entendido? Creeréis que el primero. Pues sabed que os engañáis de
medio a medio, sabed que fue un necio: no supo lo que pidió, nada
valdrá en el mundo. Este segundo sí que supo negociar: éste se
alzará con todo.
Admiráronse mucho,
y con razón, oyendo tan paradojo sentir, mas desempeñóse ella
diciendo:
—Mirá, los sabios
son pocos, no hay cuatro en una ciudad; ¡qué digo cuatro!, ni dos
en todo un reino. Los ignorantes son los muchos, los necios son los
infinitos; y así, el que los tuviere a ellos de su parte, ése será
señor de un mundo entero.
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