¿Te
acuerdas del estudiante pelota sumerio? Lo conocimos durante el
curso, cuando estudiamos Historia Antigua. Pues bien, aquí tienes
otro texto mesopotámico, de hace más de cuatro mil años, que nos
puede resultar curiosamente próximo. Lo he extraído de la obra de
Samuel Noah Kramer, La historia empieza en Sumer.
[El padre empieza
por interrogar a su hijo:]
—¿Adónde has
ido?
—A ninguna parte.
—Si es verdad que
no has ido a ninguna parte, ¿por qué te quedas aquí como un golfo
sin hacer nada? Anda, vete a la escuela, preséntate al «padre de la
escuela», recita tu lección; abre tu mochila, graba tu tablilla y
deja que tu «hermano mayor» caligrafíe tu tablilla nueva. Cuando
hayas terminado tu tarea y se la hayas enseñado a tu vigilante,
vuelve acá, sin rezagarte por la calle. ¿Has entendido bien lo que
te he dicho?
—Sí. Si quieres
te lo repetiré.
—Pues ya puedes
repetírmelo.
—Te lo voy a
repetir.
—Di
—Ya te lo diré.
—Pues dilo ya.
—Tú me has dicho
que fuera a la escuela, que recitase mi lección, que abriese la
mochila y que grabase mi tablilla mientras mi «hermano mayor» me
grababa otra. Que cuando hubiese terminado mi tarea volviese para acá
después de haberme presentado al vigilante. He aquí lo que tú me
has dicho.
—Sé hombre,
caramba. No pierdas el tiempo en el jardín público ni vagabundees
por las calles. Cuando vayas por la calle no mires a tu alrededor. Sé
sumiso y da muestras a tu profesor de que le temes. Si le das
muestras de estar aterrorizado estará contento de ti. [Siguen
unas 15 líneas destruidas.] ¿Crees que llegarás al éxito, tú
que te arrastras por los jardines públicos? Piensa en las
generaciones de antaño, frecuenta la escuela y sacarás un gran
provecho. Piensa en las generaciones de antaño, hijo mío, infórmate
de ellas. […] He interrogado a mis parientes y amigos, he
comparado los individuos, pero no he hallado a ninguno que sea como
tú. Lo que voy a decirte transforma al loco en sabio, paraliza la
serpiente a modo de hechizo y te evitará que des fe a las palabras
falsas.
»Puesto que mi
corazón ha quedado henchido de lasitud por culpa tuya, yo me he
apartado de ti y no me he precavido contra tus temores y tus
murmuraciones. A causa de tus clamores, sí, a causa de tus clamores,
he montado en cólera contra ti, sí, he montado en cólera contra
ti. Como tú no quieres poner a prueba tus cualidades de hombre, mi
corazón ha sido transportado como por un viento furioso. Tus
recriminaciones me han dejado acabado; tú me has conducido al umbral
de la muerte. En mi vida no te he ordenado que llevaras cañas al
juncal. En toda tu vida no has tocado siquiera las brazadas de juncos
que los adolescentes y los niños transportan. Jamás te he dicho:
«Sigue mis caravanas.» Nunca te he hecho trabajar ni arar mi campo.
Nunca te he constreñido a realizar trabajos manuales. Jamás te he
dicho: «Ve a trabajar para mantenerme.» Otros muchachos como tú
mantienen a sus padres con su trabajo. Si tú hablases a tus
camaradas y les hicieses caso, les imitarías. Ellos rinden 10 gur de
cebada cada uno; hasta los pequeños proporcionan 10 gur cada uno a
su padre. Multiplican la cebada para su padre, le abastecen de
cebada, de aceite y de lana. No obstante, tú sólo eres un hombre
cuando quieres llevar la contra, pero comparado con ellos no tienes
nada de hombre. Evidentemente, tú no trabajas como ellos...; ellos
son hijos de padres que hacen trabajar a sus hijos, pero yo... no te
hice trabajar como ellos.
»Obstinado contra
quien estoy encolerizado... ¿qué hombre hay que pueda estar
encolerizado contra su propio hijo?... He hablado con mis parientes y
amigos y he descubierto algo que hasta ahora no había notado. Que
las palabras que voy a pronunciar despierten tu temor y tu
vigilancia. De tu condiscípulo, de tu compañero de trabajo... tú
no haces el menor caso; ¿por qué no lo tomas como ejemplo? Toma
ejemplo de tu hermano mayor. De todos los oficios humanos que existen
en la tierra y cuyos nombres ha nombrado Enlil, no hay ninguna
profesión más difícil que el arte del escriba. Ya que si no
existiese la canción (la poesía)..., parecida a la orilla
del mar, a la orilla de los lejanos canales, corazón de la canción
lejana... tú no prestarías oídos a mis consejos y yo no te
repetiría la sabiduría de mi padre. Conforme a las prescripciones
de Enlil el hijo debe suceder a su padre en su oficio. Y yo, noche y
día, me estoy torturando a causa de ti. Noche y día tú derrochas
el tiempo en placeres. Tú has amontonado grandes riquezas, te has
extendido lejos, te has vuelto gordo, grande, ancho, poderoso y
orgulloso. Pero los tuyos esperan a que la adversidad te coja por su
cuenta y entonces se alegrarán porque tú te olvidas de cultivar las
cualidades humanas...
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