Otra
de nuestro viejo conocido el griego Esopo.
Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un sabroso pedazo de
carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel
reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne
mayor que el suyo.
Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar
el trozo a su supuesto compadre.
Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno:
éste porque no existía, sólo era un reflejo, y el otro, el
verdadero, porque se lo llevó la corriente.
Nunca codicies el
bien ajeno, pues puedes perder lo que ya has adquirido con tu
esfuerzo.
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