Desde
antiguo se atribuyen al griego Esopo (que habría vivido en el siglo
VI a. C.) una primitiva colección de fábulas, continuamente
reelaboradas por otros autores. He aquí un ejemplo:
Estaba una liebre
siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a
un escarabajo, suplicándole que le ayudara.
El escarabajo rogó
al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la
insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.
Desde entonces,
buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el
águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra.
Viéndose el águila echada de cualquier lugar al que fuera, recurrió
a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus huevos.
Le ofreció Zeus
colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, observando la situación,
hizo una bolita de estiércol, voló y la dejó caer sobre el regazo
de Zeus.
Se levantó entonces
Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos
sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen
huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.
Nunca desprecies
lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda
alcanzarte.
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