Eugenio Trueba lo
publicó en El Cuento, revista de imaginación (Nº. 37,
Julio-Agosto 1969, Tomo VI – Año IV, pág. 542) . Naturalmente, lo
he encontrado en internet.
Cuando por fin
conseguí que despidieran al encargado del archivo histórico y éste
quedó en mis manos, recogí desde luego las tres o cuatro llaves que
andaban por allí en manos de todo mundo e hice colocar cerraduras a
las verjas de los pasillos que conducían al precioso recinto. Cambié
el horario e hice ver a los pocos visitantes que se presentaban sin
protesta de madrugada que no eran bien recibidos y que como no había
presupuesto para ayudantes yo no podría perder mi tiempo de
investigador vigilando el uso que se diera a los documentos, logrando
en breve tiempo mantenerme a salvo de competidores. Sin archivos
¿quién hace historia?
Por mi parte no
tenía más que ponerme a leer día y noche, bajo llave, y a su
tiempo lanzar al público y a los académicos mis grandes
descubrimientos, como un simple y fatal resultado de la celosa y
exclusiva posesión que yo tenía de las fuentes.
Pero como mi odiado
antecesor, según pude averiguarlo después, había obtenido copia
subterfugia del archivo, su libro publicado por rara coincidencia en
igual fecha, era idéntico al mío.
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