Hace
varias semanas descubrimos, gracias al argentino Marco Denevi, que
algunas esquinas pueden ser muy peligrosas. Hoy el mismo escritor nos
mostrará que quizás nos han contado mal algunas historias...
Vivía en El Toboso
una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchelo, sastre, y
de su mujer Francisca Nogales. Como hubiese leído numerosísimas
novelas de estas de caballería, acabó perdiendo la razón. Se hacía
llamar doña Dulcinea del Toboso, mandaba que en su presencia las
gentes se arrodillasen, la tratasen de Su Grandeza y le besasen la
mano. Se creía joven y hermosa, aunque tenía no menos de treinta
años y las señales de la viruela en la cara. También inventó un
galán, al que dio el nombre de don Quijote de la Mancha. Decía que
don Quijote había partido hacia lejanos reinos en busca de
aventuras, lances y peligros, al modo de Amadís de Gaula y Tirante
el Blanco. Se pasaba todo el día asomada a la ventana de su casa,
esperando la vuelta de su enamorado. Un hidalgüelo de los
alrededores, que la amaba, pensó hacerse pasar por don Quijote.
Vistió una vieja armadura, montó en un rocín y salió a los
caminos a repetir las hazañas del imaginario caballero. Cuando,
seguro del éxito de su ardid, volvió al Toboso, Aldonza Lorenzo
había muerto de tercianas.
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