Petronio
fue un importante personaje del mundo romano del siglo I de nuestra
era. Ocupó importantes cargos y fue conocido como «el
árbitro de la elegancia». Tuvo la mala suerte de coincidir en el
tiempo con el emperador Nerón, lo que le deparó un final atroz.
Escribió el libro titulado Satiricón, que se conserva
fragmentariamente. Uno de los episodios más conocidos (y divertido)
es el que narra con todo lujo de detalles un gran banquete que
organiza Trimalción, un nuevo rico. Al capítulo LXII corresponde
esta breve historia:
Logré que uno de
mis compañeros de hostería –un
soldado más valiente que Plutón–
me acompañara. Al primer canto del gallo, emprendimos la marcha;
brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi
hombre se para; empieza a conjurar astros; yo me siento y me pongo a
contar las columnas y a canturrear. Al rato me vuelvo hacia mi
compañero y lo veo desnudarse y dejar la ropa al borde del camino.
De miedo se me abrieron las carnes; me quedé como muerto: Lo vi
orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo.
Lobo, rompió a dar
maullidos y huyó al bosque.
Fui a recoger su
ropa y vi que se había transformado en piedra.
Desenvainé la
espada y temblando llegué a casa. Melisa se extrañó de verme
llegar a tales horas.
–Si hubieras
llegado un poco antes –me
dijo– hubieras podido
ayudarnos: Un lobo ha penetrado en el redil y ha matado las ovejas;
fue una verdadera carnicería; logró escapar, pero uno de los
esclavos le atravesó el pescuezo con la lanza.
Al día siguiente
volví por el camino de las tumbas. En lugar de la ropa petrificada
había una mancha de sangre.
Entré en la
hostería; el soldado estaba tendido en un lecho. Sangraba como un
buey; un médico estaba curándole el cuello.
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