Tras
el sentimental cuento de ayer, hoy toca un poco de tremendismo. Es
del franco-alemán-hispano-mexicano Max Aub (1903-1972), que siempre
escribió en español.
Hablaba, y hablaba,
y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga
hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no
hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde
estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier
cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que
pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal
de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de
más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No
murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por
dentro.
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