Julio
Torri fue un destacado escritor mexicano del que he leído un puñado
de cuentos; algunos de ellos son tan sugerentes como éste:
El novelista, en
mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de
papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No
conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur,
turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a
empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros,
pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los
jilgueros de su mujer, y poblaba en esos instantes de albatros y
grandes aves marinas los cielos sombríos y empavorecedores.
La lucha que
sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le
antojó el abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar
bravío. Y al describir las olas en que se mecían cadáveres y
mástiles rotos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo,
gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante,
mágica, sobrenatural.
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